El Arte del Crin proviene del pueblo de Rari, ubicado en la VII Región,
a 22 kilómetros de la ciudad de Linares. Son más de 150 años de innovación y
creatividad que ha demandado esta tradicional y noble artesanía, enraizada en
nuestra historia local y nacional.
Según Enriqueta Tapia, madre de Alba Sepúlveda, comenta que: “Este arte
comenzó cuando unas jovencitas visitaron la casa de Pedro Albornoz y María
Suárez. Ellas fueron a jugar a la orilla de un canal, justo a los pies de un
pequeño cerro, donde se posaban frondosos y añosos álamos. Las
pequeñas, mientras observaban la corriente del cauce, fueron atraídas por las
blancas y ligeras raíces de dichos árboles, las cuales se caracterizan por su
resistencia al agua. Luego comenzaron a jugar con este material, logrando así
fabricar figuras de singulares motivos. Al intentar vender sus primeras
creaciones, estas tuvieron una buena aceptación en termas cercanas, lo que se
tradujo en una ayuda económica para las familias. Con el paso del tiempo, la
raíz de álamo se fue agotando en el sector, además que dicho material no
permitía a los objetos una prolongada permanencia en el tiempo, siendo
posteriormente reemplazada por el crin de caballo natural y/o teñido con
anilina importada y la fibra vegetal denominada tampico o ixtle, proveniente de
la planta ágave lechuguilla de México, ambas caracterizadas por su flexibilidad
y resistencia al tejido”.